jueves, 20 de agosto de 2009

El fenómeno malinchista presente en todo Latinoamérica


Malinchismo es la preferencia de lo extranjero frente a lo nacional. Traición de lo propio a favor de lo foráneo. Uno de los obstáculos más grandes que ha tenido América Latina es el de no crear unidad cultural entre sus sociedades y buscar juntos el progreso.

Malinche nació en una familia noble, en la provincia de Paynalla en Coatzacoalcos, en la región de Veracruz al sur de México. Cuando su padre murió, su madre se volvió a casar y dio a luz a un varón.
Aunque era la primogénita y heredera legítima, su madre y su padrastro favorecieron al nuevo bebé, al que lo querían como su heredero. Por este motivo, la vendieron como esclava. Fue declarada muerta por sus familiares y entregada a los mayas.
En 1519, Cortés llega a las costas de Yucatán y obtiene la victoria tras el enfrentamiento con los mayas. Como tradición cultural, le entregaron a las mujeres de la tribu y así obtuvieron la paz. Entre ellas, estuvo la joven mexica que, luego, se convirtió en amante de Cortés, fiel intérprete y consejera del conquistador. Los españoles la bautizaron bajo el nombre de Marina.
La leyenda de la Malinche la hace ver como una traidora a su cultura. Al haber encontrado en lo foráneo una mejor vida y un mejor trato, decidió trabajar junto con los españoles en la conquista de los mexicas nativos. Su experiencia y visión aborigen y el conocer todos los idiomas, le permitió ser una excelente pieza para la conquista española ya que gracias a su ayuda, los conquistadores fueron capaces de establecer alianzas y pactos para obtener información de otros pueblos en contra del Imperio Mexica.
Hoy, el término malinchista aparece en todos los diccionarios de habla hispana y significa oportunismo, traición a lo propio en favor de lo foráneo. En la jerga mexicana es común oír el término y utilizarlo en forma despectiva, o hasta como un insulto.
Si bien la historia de Malinche se remonta al país mexicano y tiene cinco siglos de antigüedad, este sentimiento de odio hacia lo propio y admiración de lo foráneo es común de muchas culturas que conviven en Latinoamérica.
Alcira Argumedo, en su obra Los silencios y las voces de América Latina, menciona la imposibilidad de ver al mundo como un todo y que los aires de progreso que vivió Europa e, incluso, Estados Unidos, no pueden ser empleados de la misma forma en Latinoamérica. Se deben sentar bases de nuevas ideas de progreso, teniendo en cuenta todos los fenómenos culturales de América Latina y sin dejar escapar ninguna parte de la historia y el origen del territorio.
Uno de los mayores errores que cometieron los latinoamericanos fue el creer que fenómenos que dieron resultados en otros lugares, podrían ser implementados de la misma manera en este sector. La Revolución Industrial no podría darse de la misma manera, revoluciones como la Francesa tampoco, ni al auge del Capitalismo. Las ideas que corren por la mente de los que vivencias estos fenómenos no son las mismas que los que todavía no pasaron por ellos.
Por otra parte, la cultura propia influye en la forma en la que se rige la vida y la concepción del mundo. Se necesita una cultura homogénea mundial para poder copiar procesos en todos los rincones del planeta y obtener los mismos efectos. Esto no existe, ya que Latinoamérica no piensa de la misma manera que el resto del mundo, ni siquiera entre latinoamericanos.
Los medios de comunicación han favorecido esta tendencia. Por un lado, la invasión cultural propone copiar el modelo norteamericano e introducir elementos de su cultura en todo el mundo. Por el otro, el auge Europeo que es admirado y envidiado por todo el mundo.
Son los medios los que muestran esta realidad y la solidifican en el pensamiento de cada una de las personas. El héroe siempre debe ser un inglés o norteamericano, asemejado con un príncipe y favoreciendo el modelo europeo y la monarquía. Gracias a esto, toda niña en el mundo sueña con ser una princesa y que algún día venga su príncipe azul a rescatarla. En el caso de Latinoamérica, se refiere a un príncipe que no pertenece a su cultura, que no es como los suyos y que la salva de la cruel realidad en la que vive, ese submundo en el que le tocó vivir y no pertenece. Esa es la sensación que inculcan los medios de comunicación. Esa es la historia de la Malinche contada de otra manera.
Por estos motivos existe tanta migración en América Latina. Por ello, se pueden ver a lo largo de la historia implementación de modelos en el territorio, traídos de otros lados, y como fracasan. Es un sentimiento común en los latinoamericanos la inferioridad cultural con respecto a la avanzada y envidiada Europa o al imponente y admirado sector norteamericano. Esto es una construcción de los medios de comunicación, hacer ver esas culturas como las correctas y, las propias, como las que deben cambiar. No es raro escuchar a un latinoamericano decir “si pensáramos como ellos, todo sería distinto”.
Sin embargo, este sentimiento no es sólo de Latinoamérica hacia fuera. Se puede observar lo mismo entre las distintas subculturas que conforman el territorio.
El gran mestizaje latinoamericano ha producido diferentes formas de pensar, de vestir, de actuar. Todo depende la cultura que ha predominado más en la formación del latino. Por un lado, existen las sociedades más arraigadas a las raíces del territorio y, por el otro, la gran influencia de las otras culturas se ha instaurado en la nuestra, creando una nueva. Una cultura híbrida con rasgos propios y tomados de otras. De esta forma, se puede observar el mismo sentimiento expuesto con anterioridad entre latinoamericanos.
El caso de Argentina no es ajeno a este fenómeno. Las sociedades indígenas que subsisten son vistas como grupos estancados en el progreso, marginados, discriminados y con tendencia a desaparecer. Existe una realidad muy diferente entre ciudades como Buenos Aires y el norte del país.
El malinchismo se observa en pequeños sectores. El deseo del chico de pueblo en ir a la gran ciudad y convertirse en algo mayor, a lo que las limitaciones que su lugar de origen tiene y no puede darle, según su sentimiento. El aborigen discriminado y marginado que anhela y envidia al porteño empresario, exitoso y con un estilo físico como los cuentos, los medios de comunicación y la cultura determinan como el ideal.
Por más que ya hayan pasado quinientos años desde que la leyenda de Malinche forme parte de la historia, la vida de esta mexica es el fiel reflejo de una conducta que poseen muchos latinoamericanos. Una forma de pensar que estanca al territorio, sumergido en querer copiar diferentes procesos y sin permitirle la creación de propios y un progreso distinto al resto del mundo, pero necesario para sus habitantes.
América Latina debe superar su complejo de Edipo y dejar de mirar el ombligo de otros para poder focalizarse en el suyo y crecer como sociedad con identidad y cultura propia. Una vez que lo logre, se la podrá concebir como unidad y la gran presencia del malinchismo que existe hoy en día, es muy probable que desaparezca.


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