jueves, 20 de agosto de 2009

Maldición de Malinche




(G. Palomares)

Amparo Ochoa
"El cancionero popular"
el mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
eran los hombres barbados
de la profecía esperada
se oyó la voz del monarca
de que el dios había llegado
y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado
iban montados en bestias
como demonios del maliban con fuego en las manos
y cubiertos de metal
sólo el valor de unos cuántos
les opuso resistencia
y al mirar correr la sangre
se llenaron de vergüenza
porque los dioses ni comen,ni gozan con lo robado
y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado
en ese error entregamos
la grandeza del pasado
y en ese error nos quedamos
trescientos años esclavos
se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura
nuestro pan, nuestro dinero
y les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrio
y damos nuestra riqueza
por sus espejos con brillo
hoy en pleno siglo XX
nos siguen llegando rubios
y les abrimos la casa
y los llamamos amigos
pero si llega cansado
un indio de andar la sierra
lo humillamos y lo vemos
como extraño por su tierra
tú, hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero
pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo
¡oh, maldición de malinche!
¡enfermedad del presente!
¿cuándo dejarás mi tierra?
¿cuándo harás libre a mi gente?

Dos mujeres y una conquista







Durante la conquista de América tuvieron una fuerte participación y relevancia los hombres, por ejemplo pasamos por Colón, Moctezuma, Cortez y así sucesivamente nombres y renombres masculinos. Ahora bien, con el correr de los años las mujeres pudieron insertarse y tomar participación como los hombre.
En este periodo que involucra la hibridación de culturas, la invasión cultural, el rol de las mujeres es prácticamente inexistente. Ellas no tuvieron un papel relevante en esta epopeya y es por eso que sobresalen dos figuras que marcaron el rol de la mujer en las diferentes comunidades. Siendo asi, nos referimos a la india Catalina en Colombia, y la Malinche en México.
Ambas fueron “lenguas” de los españoles son consideradas por algunos como “vende patrias” y por otros se les concede el sitial de madres del mestizaje.
En el caso particular de Malinche La Conquista de México empezó en 1519, cuando Malinche tenía catorce años. España había establecido puertos en el Caribe unos años antes, pero no habia explorado mucho el interior del continente. Con la llegada de Hernán Cortés a México, dentro del Occidente se vislumbraron varios cambios.

Él y sus soldados marcharon rumbo a Tenochtitlán en una campaña bajo el propósito de conquistar todo y enriquecerse; llegaron a la ciudad el 8 de noviembre de 1519. Uno de los eventos destacados en la Conquista son la Matanza del Templo Mayor, la viruela, la muerte de Moctezuma, y la Noche Triste. La Conquista de México-Tenochtitlán terminó dos años después en 1521.
El fenomeno de La Malinche trae planteos polémicos. Por un lado, existe un fuerte rechazo por parte de la historia de México por sus acciones. Por otro, su personificación lleva un tono negativo. La Malinche es considerada traidora de la cultura indígena, la madre de los mestizos, y una heroína al mismo tiempo; pero su definición depende de la persona que habla de ella. Si nos refutamos a la historia, la Malinche representa la clave de la Conquista; pero a su vez se considera que la Conquista fue una violación enorme.
En estos últimos tiempos se trato de rehacer su imagen pero ha sido arduo porque casi quinientos años de maldición son difíciles de borrar. Doña Marina como así la bautizaron los españoles ayudó a Cortés a conquistar México. Un malinchista es una persona que prefiere venderse por lo extranjero. Además, la Malinche dio a luz a Martín Cortés, el hijo de Hernán Cortés, por esa razón es considerada la madre de los mestizos aunque hubo otras mujeres violadas durante la Conquista.
A su vez fue una mujer utilizada a tal punto que al terminar la conquista y ya no ser necesitada por Cortés, éste la casó con Don Juan Jaramillo, un teniente de Castilla. Tuvo una hija de su esposo don Juan Jaramillo, llamada Doña María. Como la madre de un hijo y una hija de dos razas, a Doña Marina se le puede reconocer legítimamente como la madre del mestizaje.
La malinche tenía una imagen que no se aleja mucho de la de la mujer actual: la de una mujer utilizada que vive por y para los otros, que por lo general son hombres. Malinche se convierte en toda una paradoja: la mujer sometida y violada por el conquistador desde un punto de vista, y desde otro, la mujer de carácter fuerte que domina a los indígenas y que se entrega ante la fascinación de lo exótico, de lo que se considera superior.
La historia de Malinche no pertenece sólo al pueblo mexicano, es una historia común a toda Latinoamérica. Una historia que atraviesa transversalmente el ser latinoamericano ya que todos los latinos somos hijos de ese mestizaje, todos compartimos el mismo pasado.
Juzgar a Malinche de traidora parece ser, juzgarla a la ligera; sin embargo, decir que fue víctima es desmeritar su inteligencia y su esfuerzo. Lejos de querer traicionar a su país, lo que hizo fue algo propio a todo ser humano, se adaptó a su realidad y luchó por su supervivencia.
Gracias a esta lucha que dio origen al nacimiento de una nueva cultura, de una nueva raza que a pesar de tener defectos también tiene muchas virtudes. Una raza que despierta, que busca su identidad, que acepta su pasado y construye cada día su presente :El ser nacional. Así también instauró la imposición de la mujer frente a comunidades dominadas por hombres.
La historia de Camila es muy similar a la de Maliche. Fue raptada en 1509, cuando tenía 14 años por el conquistador español Diego de Nicuesa en un pueblo conocido como Zamba, en Colombia cuando se proponía la conquista y dominio del Urabá y Panamá.
A su vez la trasladaron a Santo Domingo, donde adquirió los hábitos, costumbres y creencias religiosas de los españoles. Catalina manejaba su lenguaje nativo y traducía en castellano siendo la intérprete de Pedro Heredia logrando la paz de muchas tribus indígenas, como los turbacos, los caciques de Carex y Bahaire. No sólo dio como resultado la pacificación sino que fue un sabueso para la ubicación de tesoros de oro como los de Zipacóa y Mahates.
Aquí también surge la disputa en la mirada de Catalina, por una lado se la muestra como pacificadora pero esa tranquilidad y armonía se pudo realizar a costa de terminar con la vida de otros indios como los Calamari donde habitan hoy en la conocida Cartagena.
Por otro lado, se presenta a Catalina como un símbolo de la raza nativa se presenta como una mujer dócil y pacífica al servicio de la colonización. Críticos describen que la raza indígena nunca fue sumisa ya que se alejaba de la realidad y subestimaba los valores de las tribus indígenas Latinoamérica.
Tanto Malinche como Catalina fueron dos mujeres que demostraron e inculcaron tanto la hibridación de cultura, como el traslado de costumbres originarias de su ciudad nativa al mundo de los españoles, también se puede distinguir como la conquista de America no sólo se trato de obtener un pedazo mas grande de tierra sino de una “invasión tanto física como cultural”.
Estas dos mujeres, estos dos iconos para Latinoamérica son antecedentes donde muestra que la figura de la mujer tuvo un rol no sólo importante sino que impredecible para la conquista , el poder de negociación por parte de las indias (en el sentido de la entrega y proceso de información que adquirían) fue reconocido. Tal vez sin Malinche ni Catalina la historia podría haber sido otra.
Según la autora Sandra Messenger Cypees los cambios sociales en la segunda mitad del siglo xx han traído a luz aspectos diferentes de lo que hizo Malinche. Por su sabiduría, tomo una posición fundamental que ninguna otra mujer pudiera haber tomado y que hay que reconocerla porque la historia no seria la misma si ella no hubiera participado.
Con todo ello, América Latina sufrió de no poder ser su propia formadora de cultura, simplemente no la dejaron ser, no pudo desenvolverse ni ser creadora de su propio sistema. Se dejó dominar, fue sutil e inofensiva, fue pura e inocente contra la vivencia y fuerza de aquellos europeos que se apropiaron de lo ajeno para instaurar lo suyo.






¿Quién fue Malinche?




La Malinche, Malinalli, Malintzin y doña Marina; esos nombres refieren a la misma mujer, quien nació en c.1502 a c.1529, en una familia de clase alta del pueblo azteca. Marina pertenecía a una familia noble en la provincia de Paynalla en Coatzacoalcos, en la región de Veracruz al sur de México.
Según la poca información que se tiene, ya que no hay registros exactos de esa época. Su padre era cacique pero falleció cuando ella era chica. Luego, su madre se casó con otro cacique y dio a luz a un niño. Para que el varón obtuviera el puesto de poder en la familia, su madre dijo que Malinalli había muerto y la envió, calladamente, afuera del pueblo para ser esclava.
Precisamente, fue cedida como esclava a los caciques mayas de Tabasco después de una guerra entre los mayas y los aztecas de la zona. Malintzin fue parte de un tributo cedido al partido ganador, pues ésta era la tradición de aquellos tiempos.
Antes de convertirse en propiedad del cacique de Tabasco, Marina viajó en cautiverio desde su región natal de habla náhuatl a las regiones de habla maya en Yucatán, donde aprendió dicha lengua.
En el año 1519, Cortés llegó a Veracruz, y Malinalli fue parte de un grupo de veinte mujeres regaladas a él. Éste es el punto de partida de lo que es su papel en la historia de la conquista de México.
Cuando Cortés recibió las mujeres, le dio Malinalli a su capitán, Alonzo Hernando Puertocarrero; pero después, Malinalli se quedaría al lado de Cortés. Fue bautizada y obtuvo el nombre de doña Marina. Como traductora, Malinalli ayudaba a Cortés porque sabía las lenguas maya y náhuatl; al mismo tiempo, aprendía el español rápidamente. Como aconsejadora, avisaba a Cortés en las costumbres de los aztecas. Como amante, Doña Marina dio a luz a un niño que se llamó Martín, el hijo de Cortés.
Después de la Conquista de México, Malinalli acompañó a Cortés a Hibueras, donde se encontró a su familia y perdonó a su madre por lo que hizo. Cuando la esposa del español llegó a esas tierras, se casó con Juan Jaramillo en el pueblo de Ostotipec; tuvieron una hija. Doña Marina se murió en el año 1530, once años después de los primeros pasos que tomó Cortés en el Nuevo Mundo.
Históricamente, la Malinche representa la clave de la Conquista; pero hay muchos que consideran la Conquista una violación enorme.
La Malinche es considerada traidora de la cultura indígena, la madre de los mestizos, y una heroína al mismo tiempo; pero su definición depende en la persona que habla de ella.
No hay otra mujer durante la época de la Conquista que se destaque como la Malinche. Por su sabiduría, tomó una posición fundamental que ninguna otra mujer pudiera haber tomado y hay que reconocerla porque la historia no sería la misma si ella no hubiera participado.
Una persona puede venderse su raíz, su patria o sus morales para ser considerada malinchista. Esta por dar a luz a un hijo de Cortés, es considerada la madre de los mestizos aunque hubo otras mujeres violadas durante la Conquista.

¿Por qué Malinche?
Malinche fue una india amante de Hernán Cortés, que es conocedora de las lenguas autóctonas, le sirvió de nexo traicionero y finalmente su raza y su tierra fueron barridas por la insaciable sed de riqueza y poder del conquistador. Su nombre es sinónimo de traidor. Un malinchista es una persona que prefiere venderse por lo extranjero.
La leyenda memora esta acción y su consecuencia, una maldición por siempre jamás para el resto de las generaciones.

Cuenta la leyenda…

Existen varias leyendas sobre la Malinche una de ellas fue la del volcán.
Hace muchos años, existía una doncella Tlaxcalteca de nombre Matlalcuéyetl, Malinche, la cual era prometida del guerrero Cuatlapanga. En cierta ocasión el guerrero partió a tierras lejanas en cumplimiento de una misión y al transcurrir el tiempo Matlalcuéyetl se sentía triste al pensar en su amado en las batallas; así transcurrió el tiempo y su amado no llegaba, después de mucho esperar murió de tristeza.
Al terminar la misión encomendada Cuatlapanga llegó a buscarla, pero recibió la noticia que su amada había fallecido de tristeza y fue a llorar a los pies de su tumba y ahí quedo el guerrero convertido en cerro que lleva su nombre y Matlacuéyetl en el volcán.
Matlalcuéyetl es el nombre que los indígenas Tlaxcaltecas daban al volcán pero, a la llegada de los españoles y en honor de una doncella que fue intérprete de los mismos de nombre Malintzin empezaron a nombrarlo así. La palabra Malinche resultó del modismo español de Malintzin.

Malinche una leyenda….

La segunda leyenda es que cuando Doña Marina, le pidió permiso a su amo y señor el Capitán Hernán Cortés, para bañarse en la laguna de Acuitlapilco, cosa que le fue concedida por el extremeño, para tenerla más de su parte.
Acompañada de cuatro esclavas, de las que como ella, habían sido obsequiadas a Cortés por los Caciques tabasqueños, se encaminó a ese lugar, luciendo un huipitl de vistosos colores; en su turgente pecho, pendían las gargantillas de cuentas de vidrio, imitando esmeraldas, turquesas y amatistas, que como valiosas joyas había recibido de Cortés, y que resaltaban su singular hermosura; cabellos de azabache, dientes perlados, lindo cuerpo y labios ardientes, como toda mujer tropical.
Una vez que se desnudó, se zambulló en las tersas aguas, sin fijarse que en el lado opuesto de la laguna, la estaban mirando los de Xiloxoxtla, que entusiasmados por su belleza, hasta confundirla con una hada, le pidieron que desencantara a la montaña Matlalcuéyatl, (Malinche o Matlalcuéyatl, son nombres que se refieren a la misma montaña), pero ante esa sorpresa y creyéndose perdida, exclamó: ¡Malinche! ¡Malinche!, y apresuradamente se vistió y regresó de prisa, en tanto sonaban los caracoles y la gente corría tras de ella. Al tener conocimiento Cortés, ordenó a sus arcabuceros que le prestaran auxilio a doña Marina, cuyo nombre se tornó por el de la Malinche, quedándole también a la preciosa montaña.

La Llorona...

Luego de la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la ciudad de México que se recogían en sus casas a la hora de la queda, tocada por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico.
Las primeras noches, los vecinos contestaban persignándose, que aquellos lúgubres gemidos eran, según ellas, de ánima del otro mundo; pero fueron tantos y repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados y despreocupados, quisieron cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello; y primero desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir por las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las obscuras noches o en aquellas en que la luz pálida y transparente de la luna caía como un manto vaporoso sobre las altas torres, los techos y tejados y las calles, lanzaba agudos y tristísimos gemidos.
Vestía la mujer traje blanquísimo, y un espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad dormida, cada noche distintas, aunque sin faltar una sola, a la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento; puesta en pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo, al llegar a orillas del salobre lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía.
La tradición es, por consiguiente, remotísima; persistía a la llegada de los castellanos conquistadores y tomada ya la ciudad azteca por ellos y muerta años después doña Marina, o sea la Malinche, contaban que ésta era La Llorona, la cual venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los indios de su raza, ayudando a los extranjeros para que los sojuzgasen.
Poco a poco, al través de los tiempos la vieja tradición de La Llorona ha ido, como decíamos, borrándose del recuerdo popular. Sólo queda memoria de ella en los fastos mitológicos de los aztecas, en las páginas de antiguas crónicas, en los pueblecillo lejanos, o en los labios de las viejas abuelitas, que intentan asustar a sus inocentes nietezuelos, diciéndoles: ¡Ahí viene La Llorona!
Pero La Llorona se va, porque los niños de hoy no se espantan con los fantasmas del pasado y se encaran muchas veces con las realidades del presente.

El fenómeno malinchista presente en todo Latinoamérica


Malinchismo es la preferencia de lo extranjero frente a lo nacional. Traición de lo propio a favor de lo foráneo. Uno de los obstáculos más grandes que ha tenido América Latina es el de no crear unidad cultural entre sus sociedades y buscar juntos el progreso.

Malinche nació en una familia noble, en la provincia de Paynalla en Coatzacoalcos, en la región de Veracruz al sur de México. Cuando su padre murió, su madre se volvió a casar y dio a luz a un varón.
Aunque era la primogénita y heredera legítima, su madre y su padrastro favorecieron al nuevo bebé, al que lo querían como su heredero. Por este motivo, la vendieron como esclava. Fue declarada muerta por sus familiares y entregada a los mayas.
En 1519, Cortés llega a las costas de Yucatán y obtiene la victoria tras el enfrentamiento con los mayas. Como tradición cultural, le entregaron a las mujeres de la tribu y así obtuvieron la paz. Entre ellas, estuvo la joven mexica que, luego, se convirtió en amante de Cortés, fiel intérprete y consejera del conquistador. Los españoles la bautizaron bajo el nombre de Marina.
La leyenda de la Malinche la hace ver como una traidora a su cultura. Al haber encontrado en lo foráneo una mejor vida y un mejor trato, decidió trabajar junto con los españoles en la conquista de los mexicas nativos. Su experiencia y visión aborigen y el conocer todos los idiomas, le permitió ser una excelente pieza para la conquista española ya que gracias a su ayuda, los conquistadores fueron capaces de establecer alianzas y pactos para obtener información de otros pueblos en contra del Imperio Mexica.
Hoy, el término malinchista aparece en todos los diccionarios de habla hispana y significa oportunismo, traición a lo propio en favor de lo foráneo. En la jerga mexicana es común oír el término y utilizarlo en forma despectiva, o hasta como un insulto.
Si bien la historia de Malinche se remonta al país mexicano y tiene cinco siglos de antigüedad, este sentimiento de odio hacia lo propio y admiración de lo foráneo es común de muchas culturas que conviven en Latinoamérica.
Alcira Argumedo, en su obra Los silencios y las voces de América Latina, menciona la imposibilidad de ver al mundo como un todo y que los aires de progreso que vivió Europa e, incluso, Estados Unidos, no pueden ser empleados de la misma forma en Latinoamérica. Se deben sentar bases de nuevas ideas de progreso, teniendo en cuenta todos los fenómenos culturales de América Latina y sin dejar escapar ninguna parte de la historia y el origen del territorio.
Uno de los mayores errores que cometieron los latinoamericanos fue el creer que fenómenos que dieron resultados en otros lugares, podrían ser implementados de la misma manera en este sector. La Revolución Industrial no podría darse de la misma manera, revoluciones como la Francesa tampoco, ni al auge del Capitalismo. Las ideas que corren por la mente de los que vivencias estos fenómenos no son las mismas que los que todavía no pasaron por ellos.
Por otra parte, la cultura propia influye en la forma en la que se rige la vida y la concepción del mundo. Se necesita una cultura homogénea mundial para poder copiar procesos en todos los rincones del planeta y obtener los mismos efectos. Esto no existe, ya que Latinoamérica no piensa de la misma manera que el resto del mundo, ni siquiera entre latinoamericanos.
Los medios de comunicación han favorecido esta tendencia. Por un lado, la invasión cultural propone copiar el modelo norteamericano e introducir elementos de su cultura en todo el mundo. Por el otro, el auge Europeo que es admirado y envidiado por todo el mundo.
Son los medios los que muestran esta realidad y la solidifican en el pensamiento de cada una de las personas. El héroe siempre debe ser un inglés o norteamericano, asemejado con un príncipe y favoreciendo el modelo europeo y la monarquía. Gracias a esto, toda niña en el mundo sueña con ser una princesa y que algún día venga su príncipe azul a rescatarla. En el caso de Latinoamérica, se refiere a un príncipe que no pertenece a su cultura, que no es como los suyos y que la salva de la cruel realidad en la que vive, ese submundo en el que le tocó vivir y no pertenece. Esa es la sensación que inculcan los medios de comunicación. Esa es la historia de la Malinche contada de otra manera.
Por estos motivos existe tanta migración en América Latina. Por ello, se pueden ver a lo largo de la historia implementación de modelos en el territorio, traídos de otros lados, y como fracasan. Es un sentimiento común en los latinoamericanos la inferioridad cultural con respecto a la avanzada y envidiada Europa o al imponente y admirado sector norteamericano. Esto es una construcción de los medios de comunicación, hacer ver esas culturas como las correctas y, las propias, como las que deben cambiar. No es raro escuchar a un latinoamericano decir “si pensáramos como ellos, todo sería distinto”.
Sin embargo, este sentimiento no es sólo de Latinoamérica hacia fuera. Se puede observar lo mismo entre las distintas subculturas que conforman el territorio.
El gran mestizaje latinoamericano ha producido diferentes formas de pensar, de vestir, de actuar. Todo depende la cultura que ha predominado más en la formación del latino. Por un lado, existen las sociedades más arraigadas a las raíces del territorio y, por el otro, la gran influencia de las otras culturas se ha instaurado en la nuestra, creando una nueva. Una cultura híbrida con rasgos propios y tomados de otras. De esta forma, se puede observar el mismo sentimiento expuesto con anterioridad entre latinoamericanos.
El caso de Argentina no es ajeno a este fenómeno. Las sociedades indígenas que subsisten son vistas como grupos estancados en el progreso, marginados, discriminados y con tendencia a desaparecer. Existe una realidad muy diferente entre ciudades como Buenos Aires y el norte del país.
El malinchismo se observa en pequeños sectores. El deseo del chico de pueblo en ir a la gran ciudad y convertirse en algo mayor, a lo que las limitaciones que su lugar de origen tiene y no puede darle, según su sentimiento. El aborigen discriminado y marginado que anhela y envidia al porteño empresario, exitoso y con un estilo físico como los cuentos, los medios de comunicación y la cultura determinan como el ideal.
Por más que ya hayan pasado quinientos años desde que la leyenda de Malinche forme parte de la historia, la vida de esta mexica es el fiel reflejo de una conducta que poseen muchos latinoamericanos. Una forma de pensar que estanca al territorio, sumergido en querer copiar diferentes procesos y sin permitirle la creación de propios y un progreso distinto al resto del mundo, pero necesario para sus habitantes.
América Latina debe superar su complejo de Edipo y dejar de mirar el ombligo de otros para poder focalizarse en el suyo y crecer como sociedad con identidad y cultura propia. Una vez que lo logre, se la podrá concebir como unidad y la gran presencia del malinchismo que existe hoy en día, es muy probable que desaparezca.